Tetsugen Doko
(1630-1682)
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Confundidos por la ilusoria realidad de las formas, perdemos la consciencia de nuestra mente original y creamos todo tipo de ilusiones y karma, identificados con el cuerpo físico frente a todos los demás objetos del mundo, y guiados por el deseo, el apego y la ira.
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Los objetos externos e internos de los sentidos, nos producen básicamente dolor, placer o indiferencia, que despiertan el deseo, el rechazo y el apego, con los que tratamos de evitar el sufrimiento de estar lejos de lo que deseamos y cerca de lo que no.
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La mente se mueve y cambia constantemente, alimentada por los incesantes pensamientos, que nos hacen creer que las cosas del mundo también se mueven y cambian sin fin.
Cuando los pensamientos se detienen, la calma del nirvana aparece y todas las cosas resultan ser la realidad no dual última, donde nada se mueve ni cambia y quedamos desidentificados de todo.
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Al comprender que son ilusorios, los pensamientos se desvanecen al instante aunque hayan estado aquí durante años y accedemos súbitamente a la mente no dual de la iluminación, nuestra verdadera naturaleza original.
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Es inútil tratar de purificar la mente original de imágenes y pensamientos, solo tenemos que aquietarla, para darnos cuenta de que las cosas que aparecen en el pasado, en el presente y en el futuro, son solo ilusiones.
Entonces, desaparecen por sí solas, al cesar la interpretación impuesta por el pensamiento conceptual y confirmamos que todo es en realidad la mente misma.
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Pero la consciencia, es aún la raíz de la ilusión que crea el cuerpo humano y todo el resto del universo.
Por ello, debemos evitar quedarnos identificados con ella, tomando a nuestro observador silencioso como el final de nuestra búsqueda, sin por ello considerar que este sea ilusorio, ni que nuestra naturaleza real no exista.
La consciencia no es aún la mente no dual de la iluminación, sino solo el no pensamiento y la no mente.
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Debemos seguir esforzándonos de todo corazón, hasta que inesperadamente aparezca la experiencia real y todas las cosas queden iluminadas en la consciencia Amala, lo que supone ver dentro de nuestra verdadera naturaleza no dual original y convertirnos en Budas.
Entonces, cuando regresemos al mundo, todo aparecerá como un sueño, el universo será uno y no habrá nada que no sea nuestra mente original.
Y aunque lo percibido seguirá pareciendo que está frente a nosotros, sabremos sin duda alguna que somos desde el principio nuestra propia creación.