Paramahansa Yogananda /
Mukunda Lal Ghosh
(1893-1952)
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Todos tenemos el derecho divino a la plenitud y al éxito en la vida, por ello es lícito y necesario que aprovechemos las oportunidades que nosotros mismos nos creamos de manera inconsciente o consciente, mediante el uso del pensamiento y la voluntad.
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Si debemos responder de nuestras acciones al final de la vida, somos ahora los únicos responsables de nuestro destino.
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Todos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, deben estar siempre sintonizados adecuadamente con nuestras metas, para lo cual el silencio y la intuición son las herramientas más adecuadas.
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Recordemos que los problemas se aclaran mejor por sí mismos.
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Debemos usar la voluntad, para entretener siempre solo pensamientos positivos, localizando, desenterrando, moldeando y rectificando si fuera necesario los automatismos subconscientes y los hábitos adquiridos, que determinan nuestro mundo externo.
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Percibimos los pensamientos que entretenemos, por eso, seleccionándolos con iniciativa, podemos labrar nuestro destino.
Teniendo siempre en cuenta que Dios es la única fuente de poder y de toda realización.
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Los hábitos cotidianos del pensamiento, moldean nuestra vida y atraen lo que tiene afinidad con sus contenidos, rechazando lo que no.
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Para poder modificar los hábitos, primero tenemos que hacerlos conscientes, cancelando así su funcionamiento automático y después debemos desviarlos hacia alguna otra actividad deseada.
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Toda acción física o intelectual, acaba haciéndose inconscientemente automática, después de una insistente repetición consciente.
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El temor es lo que más energía resta a nuestra voluntad.
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El propósito fundamental de la vida humana, es encontrar el camino de regreso hacia Dios.
Pero también tenemos una función en el mundo exterior y la voluntad junto con la iniciativa, nos deben ayudar a cumplirla satisfactoriamente.
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Los fracasos también son útiles, si los usamos para corregir nuestros errores.
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Descubrir cómo mantenernos en armonía con la voluntad divina, es la liberación.
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Debemos regresar a la consciencia de abundancia original, con absoluta fe en que Dios se ocupará de su propia creación y desterrar toda idea de limitación, carencia o pobreza, dejando que la inteligencia divina guíe nuestras vidas.