Ta Hui /Tsung Kao
(1089-1163)
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Para poder reconocer nuestra verdadera naturaleza, la mente debe estar vacía y clara, sin pensamientos, sin apegos y sin limitaciones de ningún tipo.
No hay que cultivarla, ni adornarla, sino solo eliminar todo lo acumulado desde siempre y desapegarla por completo del pensamiento y sus contenidos conceptuales, entonces la mente original funcionará espontánea y libremente, sin esfuerzo ni impedimento alguno.
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El camino a nuestra verdadera naturaleza, es la ausencia de pensamientos, que no tiene nada que ver con anular la mente, mantenerla inmóvil, o renunciar al conocimiento.
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La mente debe permanecer serena, clara e imperturbable ante cualquier circunstancia o situación, sin apegos ni obstrucciones, viendo el cuerpo y los pensamientos como si fueran sueños e ilusiones en la vacuidad de la nada.
Entonces, nada nos faltará ni nos sobrará y podremos manejarnos espontáneamente en cualquier situación, sin necesidad de alimentar los pensamientos.
Pero si en algún momento aparecen y no somos capaces de ver a su través, debemos retirarles la atención para evitar que obstruyan la espontaneidad de nuestra naturaleza no dual e impidan la aparición de la sabiduría.
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Vivimos solo pendientes del pensamiento, que todo lo identifica, juzga e interpreta.
Por eso, cuando escuchamos que para reconocer nuestra verdadera naturaleza debemos retirar la atención de los pensamientos y que no hay nada que alcanzar, tememos caer al vacío.
Pero una vez que hemos despertado a nuestra naturaleza verdadera, no queda una sola cosa real ni ilusoria.
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No nos dejemos arrastrar por los objetos de los sentidos, ni por los fenómenos del pensamiento y nunca nos apeguemos a ninguno de ellos, sin por ello rechazarlos.
Entonces, la iluminación y la ilusión se mostrarán iguales y nos adaptaremos espontáneamente y sin esfuerzo a cualquier condición.
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El pasado, el presente y el futuro, son una ilusión.
Si tomamos todo como viene en cada momento y respondemos de acuerdo a las circunstancias, no hallaremos obstáculo alguno en nuestra vida cotidiana.
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Cuando la mente no sale a buscar nada, ni se pone a pensar en los objetos, esta misma casa ardiente de pasiones, se convierte en el lugar de la iluminación.
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Abandonemos de inmediato todo lo que hemos aprendido, como si volviéramos a tener dos o tres años, y comprobaremos que la consciencia innata anterior al pensamiento, sigue estando ahí, pero no opera.
Entonces, repentinamente despertaremos de nuestro sueño, sentiremos una inmensa alegría y todo habrá terminado.
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Temiendo que el vacío de la mente original diera lugar a la creencia en la vacuidad o en la aniquilación, provisionalmente se inventaron nombres como mente original para evitarlo.
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A partir del reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza original, podremos decir y pensar lo que queramos sin generar consecuencias, porque una vez que el contenido almacenado en la consciencia Alaya se libera, el nacimiento, la muerte y la ilusión, pierden su hogar y tanto el pensamiento discursivo conceptual como el raciocinio dualista, no son sino sabiduría y conocimiento sutil, ya que nada obstaculiza el libre funcionamiento de la mente.
Entonces, observar los fenómenos, pensar, razonar, juzgar o actuar, son todas actividades realizadas en la paz del nirvana y en el reino de la absoluta liberación.