Man Gong
(1871-1946)
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Solo como seres humanos, podemos reconocer nuestra verdadera naturaleza y acceder a la liberación total por nuestro propio esfuerzo.
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No somos libres ni podemos controlar nuestra existencia, debido a que vivimos atrapados en los pensamientos, que convierten en amo al ego y a nuestra verdadera naturaleza, en la sirviente de aquél.
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El pensamiento surge del deseo egoísta, mientras que nuestra verdadera naturaleza, la mente clara, es la mente sin comienzo ni final que no nace ni muere y a la que nada le falta.
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Si alguien nos llama por nuestro nombre, inmediatamente contestamos y quedamos atentos a lo que nos vayan a decir.
Y aunque no lo sepamos, en ese preciso momento, ese vacío expectante es nuestra verdadera naturaleza.
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Como no somos conscientes de nuestra mente original no dual anterior a los nombres y las formas, el karma nos arrastra al sufrimiento y nos atrapa en el ciclo del nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte.
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El conocimiento dualista que se obtiene viendo y escuchando, no conduce al reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza, porque pensar en ella no es reconocerla.
Solo podemos encontrarla, aclarando la mente en nuestro interior, antes de que surja el pensamiento.
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La aparición y desaparición del pensamiento, es la creación y destrucción de todo el universo, incluso de la vida y la muerte.
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Desde que nos levantamos por la mañana, vagamos por la vida controlados por nuestros pensamientos.
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La mente original, que no está apegada a nada, puede usar el vacío para realizarlo todo sin falta, mientras que la mente ordinaria, que crea el mundo material con el pensamiento, no puede existir ni funcionar sin este mundo material.
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En nuestra vida, no podemos volver al pasado ni garantizar el futuro, solo tenemos presente.
Vivir, es vivir en el momento presente, un momento de paso que nunca deja de fluir entre el pasado y el futuro.
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Si no logramos la felicidad en esta vida, no la encontraremos en ningún otro sitio, porque no hay otro lugar.
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Todos los seres humanos queremos lo mejor, pero pocos comprendemos que este deseo, es precisamente el origen del sufrimiento.
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No podemos percibir ni comprender nada, más allá de las limitaciones impuestas por los pensamientos que entretenemos constantemente.